jueves, 5 de abril de 2007

El diezmo: un elemento para manipular a un pueblo redimido con la Sangre de Cristo

En su ambición de dinero los explotarán a ustedes con falsas enseñanzas, pero la condenación los espera a ellos sin remedio, pues desde hace mucho tiempo están sentenciados” II Pedro 2:3

Puede preguntarse: ¿Para qué escribir un libro antagónico cuando ya existe un sistema establecido, poderoso, efectivo y atractivo, que a muchos les despierta el “llamado al ministerio”; y que para otros es el vínculo que relaciona al hombre y el cielo?
Me refiero al tema del diezmo. Si lo doy, Dios me bendice; si no lo doy, le estoy robando, y esto es maldición.
Pretendo, con éste libro, ayudarle y liberarle de ese trauma que le hayan podido causar enseñanzas de “iluminados” que, por ignorancia y avaricia, tuercen la Palabra, sin importarles la condenación que acumulen sobre sí.
¿Sabe?, yo estuve frente a Moloc al iniciar mi vida cristiana. Las primeras palabras de un “iluminado”, más ignorante que avaro, fueron: “Si usted no da el diezmo, Dios le puede quitar a sus hijas”. ¿Puede imaginarse lo que sentí? era como estar frente a Moloc, deidad de los amonitas, esperando turno para ver cómo devoraría a mis hijas. Créame, algo me detuvo, pero no me faltaron ganas de volver al punto de partida, por eso escribo este libro.
Escuché recientemente la siguiente expresión: “Todos lo negocios están acaparados. Fundemos una iglesia evangélica, ese es un buen negocio”. Escuchar algo así es repugnante, revuelve el estómago, hiere la mente y enferma el espíritu. Posiblemente haya salido de la boca de un egresado de esas aulas que acreditan teólogos empresariales.
Casos como el anterior, abundan. Imagínese esto, alguien dijo: “Mi mamá se propuso diezmar disciplinadamente, y el Señor la bendijo: se sacó la lotería”. Seguramente tuvo que haber dado “semejante” diezmo a “semejante” líder.
No seguiré contando historias como estas, que me ha tocado escuchar y tragármelas en seco, porque sólo alteran mi, ya estresada, existencia. Sin embargo, duele ver la manipulación religiosa, sólo comparada con la de Juan Tetzel (quien vendía entradas al cielo).
Si no surgen líderes como Jeremías, dentro de diez o quince años, en las iglesias a las que asistan mis nietos y los hijos de mis nietos, ofrecerán viajes de ida y vuelta al cielo por dinero; y los “iluminados” seguramente andarán en “papamóviles”.
Ahora, mi propósito es enseñarle que el diezmo no está vigente hoy. Yo no tengo nada en contra de él. Usted puede dar el diez por ciento o puede dar el noventa por ciento, pero lo que no puede hacer es sugestionarse si no lo da, y pensar que le está robando a Dios. Nadie tiene el derecho a exigírselo, pues, simplemente, no está en vigencia.
Dios se complace con ofrendas voluntarias. Y sé que después de leer éste libro usted sentirá descanso.
Actualmente le han dado al diezmo atributos salvadores. La persona que le roba el “divino tesoro” al cielo se siente un desdichado, sabe que está bajo maldición, expuesto a un desastre. Pero no se siente así aquel que ha cumplido con tan “divina obligación”; al contrario, se siente seguro, querido por Dios, y hasta desafiante.
Imagínese: hay un pueblo cercano a Quetzaltenango en el que se convirtió el 90 por ciento de la población. Todos se propusieron diezmar disciplinadamente, y ¿qué cree?, ¡allí se derrama el Maná! Cuando llegué para entrevistar al “iluminado” que enseña esta teoría, se enfureció tanto por mi irreverencia, que esperaba que un rayo me partiera en pleno mes de febrero, delante de un minúsculo círculo de seguidores que le besaban la mano como al Papa. Yo, a cambio, lo amenacé con escribir este libro, porque imagino cuántos estarán sintiendo el mismo pánico por no diezmar que yo sentí al principio de mi vida cristiana, por ignorancia.
Ignorancia, desventurada ignorancia, cantera inagotable, productora natural de incapaces y mediocres líderes populistas. Mientras no superemos la ignorancia bíblica seguirán haciendo de nosotros un negocio en crecimiento.

“Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento…” Oseas 4:6

miércoles, 4 de abril de 2007

El diezmo: ignorancia y avaricia



Este libro tiene como propósito ayudar al cristiano a comprender, mediante un estudio cronológico del tema, que el diezmo no es una obligación impuesta, bíblicamente, para la Iglesia cristiana. Es decir, que no está en vigencia para los redimidos con la Sangre de Cristo.
Junto a este descubrimiento resalta, además, el imperativo divino de crecer en el conocimiento de Dios, para superar así el analfabetismo bíblico que nos hace vulnerables a cualquier viento doctrinal.
El libro está disponible en la Librería Evangélica, Librería Elenita, y Librería Impacto 2000, de Quetzaltenango.